Levitar

Ese verbo le gustaba. Se podría pasar horas y horas levitando entre el todo y la nada. Entre lo que se ve y lo que no se ve. Entre lo que está y lo que, vigila, que en diez minutos ha desaparecido. 

Su reto era ese: encontrar la libertad, la capacidad de flotar, de volar, de ir y de volver estando en esta silla de esta empresa de esta ciudad.

Tomar decisiones y salir de la zona de confort la aterraba más de lo que le gustaría reconocer.

Se veía como una mujer decidida llena de inseguridades al mismo tiempo y se dejaba ir, aprendía a fluir, a volar, a levitar. A pasearse como una mariposa alada entre pantallas de macs y girasoles. Y allí estaba ella, en medio de aquel bullicio silencioso bien resguardada debajo cuatro letras y cinco palabras.